viernes, 23 de octubre de 2009


... suena la sirena de la fábrica mientras José acaba de picar en la entrada. Son las seis en punto y como todos los días puntualmente comienza la jornada de trabajo. El calor del horno inunda toda la estancia y da una bofetada al entrar desde la calle, y José rapidamente va hacia la taquilla para ponerse el mono de trabajo; rápido, diligente, como siempre; y mientras se cambia piensa en esa morena que ha dejado en la cama, la madre de sus tres hijos, la alegría de su vida... él, con carácter apocado que solo entiendía de trabajar y trabajar, como había hecho toda su vida,... encontró en su mujer la persona que le motivaba, que lo cuidaba, que lo quería y le daba ganas de vivir. Una sonrisa se dibujó en sus labios mientras pensaba en su hijo mayor, su ojito derecho, su Rafael... y de esa forma se fué a la estancia donde estaban sus compañeros, que lo saludaron como todos los días... "Rafaelu, qué pasa, anda, vamos por la caña...".

Y por la caña fueron, como todos los días, a soplar el vidrio y hacer formas maravillosas,... vasos, copas, jarras, ... hasta un lagarto de cristal que me mira extrañado mientras escribo esto y medio derrama una lágrima por su hacedor, ese que, con la mirada perdida, me sonríe al reconocerme y me pregunta por su nieto, que hace diez minutos que se ha ido de allí.... Como una velita que se apaga, como una caña con vidrio incandescente que se va enfriando poco a poco... No te vayas todavía, por favor, no te vayas Papá